jueves, 23 de febrero de 2017

34. 1 Juan 3:17 - El que cierra su corazón.




17 Pero el que tiene bienes de este mundo, y ve a su hermano en necesidad y cierra su corazón contra él, ¿cómo puede morar el amor de Dios en él?


Si tenemos bienes en este mundo y vemos a nuestro hermano en necesidad, pero cerramos nuestro corazón hacia él, en realidad lo que estamos diciendo, es que me interesan más mis bienes materiales que mi hermano. Tengo la posibilidad de aliviar su necesidad, pero mi corazón se cierra. Esto es totalmente contrario al amor de Dios que ahora vive en nosotros.


La palabra ya nos dice que tenemos que amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos, aquí Juan no está hablando ni siquiera del desconocido o del perdido, está hablando de nuestro hermano, pues cómo amaremos al que está lejos si no amamos al que está cerca.


Por otro lado, a veces podemos esconder nuestra falta de amor, diciendo que amamos al perdido, al necesitado que no conocemos, si enviando algo de ayuda, pero no involucrándonos en su vida.


Aplicación:

Creo que la gran mayoría en occidente somos culpables en esta área, en adición al egoísmo que tenemos por naturaleza, vivimos en una cultura que idolatra los bienes materiales. El tener cosas, el disfrutar de este mundo, se ha vuelto una prioridad en la vida de nuestra sociedad, no dejando lugar para la compasión y la misericordia por el que sufre.


Es triste ver cómo los que tienen menos bienes en este mundo son por lo general más compasivos que los que tienen bienes en abundancia. Muchos han sido capturados por el sueño y la idea de tener cada vez más, han abrazado la idea de que esto le da sentido a su vida, les da reconocimiento y seguridad, y no están dispuestos a renunciar a esto, aún a costa del sufrimiento de sus hermanos cuando tienen el poder para hacerlo.


Este es el peligro de las riquezas, de vivir en una sociedad materialista y abrazar el deseo de enriquecerse cada vez más. Las escrituras nos dan una fuerte advertencia contra este deseo.


1 Timoteo 6:7-10 (LBLA)
7 Porque nada hemos traído al mundo, así que nada podemos sacar de él. 8 Y si tenemos qué comer y con qué cubrirnos, con eso estaremos contentos. 9 Pero los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo y en muchos deseos necios y dañosos que hunden a los hombres en la ruina y en la perdición. 10 Porque la raíz de todos los males es el amor al dinero, por el cual, codiciándolo algunos, se extraviaron de la fe y se torturaron con muchos dolores.


Debemos tener cuidado de amar más al dinero que a nuestro hermano, de teniendo los bienes para cubrir su necesidad, prefiramos perseguir estos deseos necios, que nos llevan a extraviarnos de la fe. Debemos de luchar en contra de una cultura en la que estamos inmersos, que nos grita en todo momento que valemos por lo que tenemos o por las experiencias que disfrutamos.


Nada trajimos al mundo y nada nos llevaremos, estemos contentos con un estilo de vida sencillo, pues así podremos tener libertad para ser generoso con el que tiene necesidad.


Oración:

Padre de toda gloria, te pedimos que guardes nuestro corazón de toda avaricia y codicia. Que nuestra ambición esté en el cielo, en tu presencia, no en los bienes de este mundo. Pon en nosotros un corazón que pueda ser generoso y dar con liberalidad al necesitado. Que nuestro amor por nuestros hermanos supera a nuestro amor por el dinero, la abundancia o el reconocimiento de la sociedad. Te lo pedimos en el nombre de Cristo Jesús. Amén!


Preguntas(s) de reflexión:

  1. ¿Qué dice tu forma de gastar el dinero? SI alguien viera tus gastos, ¿deduciría que amas a Dios, tu familia y hermanos, o al dinero y las comodidades y lujos de este mundo?


Por: Raúl Orozco. www.EstudiemosLaPalabra.com



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