20 Y sabemos que el Hijo de Dios ha venido y nos ha dado entendimiento a fin de que conozcamos al que es verdadero; y nosotros estamos en aquel que es verdadero, en su Hijo Jesucristo. Este es el verdadero Dios y la vida eterna. 21 Hijos, guardaos de los ídolos.
El Hijo de Dios ha venido, y nos da el entendimiento para que conozcamos al Dios verdadero y la verdadera vida. Al final todo depende si realmente creemos en Dios y la vida eterna que nos ofrece para seguirle de todo corazón, o si por incredulidad, dirigiremos nuestra vida detrás de algo más.
El último versículo nos da una fuerte advertencia "guardaos de los ídolos".
Exodo 20:3-5a:
3 No tendrás otros dioses delante de mí. 4 No te harás ídolo, ni semejanza alguna de lo que está arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. 5 No los adorarás ni los servirás;...
Un ídolo no es sólo es una imagen o estatua de un dios antiguo, es algo que adoro o sirvo en lugar o antes que a Dios.
Voy a parafrasear una cita de Tim Keller acerca de lo que es un ídolo:
"Fijamos nuestra vista en algo que consideramos valioso y decimos en nuestro interior "Si tengo eso, mi vida tendrá sentido". Existen muchas maneras de describir este tipo de relación con algo, pero quizá la palabra que mejor la exprese sea adoración".
Fuimos diseñados para adorar, siempre adoraremos algo de esta forma, necesitamos por diseño algo que le dé sentido a nuestra vida. La pregunta no es si adoraremos algo o no, sino si el objeto de nuestra adoración será el Dios verdadero o un dios sustituto, un ídolo.
A veces nos burlamos de las antiguas civilizaciones que hacían un Dios de cualquier cosa, pero nosotros hacemos lo mismo. Tomamos otras cosas para que sean el fundamento de nuestra felicidad y realización como personas, no hacemos una estatua para que les represente, pero igual confiamos en las riquezas, el éxito, el romanticismo, nuestra imagen, para que le den sentido a nuestra vida.
Generalmente pensamos que los ídolos son cosas malas, pero casi nunca es así. Cuanto mejores sean, será más probable que esperemos que puedan satisfacer nuestros deseos y necesidades más profundos. Algunos ídolos potenciales son:
El dinero.
El éxito.
La fama.
Los negocios.
El prestigio.
El Romanticismo.
El entretenimiento.
Los deportes.
La familia.
Los hijos.
La imagen personal.
Cuando hay en nuestra vida, alguna de estas cosas que compite con Dios por nuestro corazón, hemos hecho de esto un dios sustituto. Este es el problema que ilustra el Señor con las riquezas en Mateo 6.
Mateo 6:24 (LBLA)
24 Nadie puede servir a dos señores; porque o aborrecerá a uno y amará al otro, o se apegará a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas.
El concepto de servir, está muy ligado con adorar. Nosotros servimos a las riquezas, si hacemos lo que sea necesario para estar en una posición que nos permita disfrutar de sus beneficios. Notemos que nuestro Señor será el dueño de nuestro servicio, es decir, de nuestro tiempo y nuestros recursos
Servimos lo que adoramos, pero en nuestro corazón no hay lugar para dos Señores, siempre tendremos que decidirnos por uno.
Hasta este momento entonces esta es la mejor definición de ídolo a la que puedo llegar:
Un ídolo es cualquier persona, cosa o deseo que compite con Dios por la adoración de mi corazón expresada en la pasión, energía, tiempo y recursos que invierto en ello.
El problema con los dioses falsos es que siempre fallan, nunca cumplen con lo que prometen. Ninguna cosa fuera de Dios tiene la capacidad de darnos la realización y felicidad permanente que andamos buscando.
Aplicación:
La pregunta que debemos hacernos, no es si tenemos algún ídolo en nuestra vida, creo que todos tenemos algo que al menos está compitiendo por la adoración de nuestro corazón. Las preguntas que debemos hacernos son ¿Cuál es este ídolo? y ¿cómo lo saco de mi vida?
Voy a mencionar dos formas en las que podemos desenmascarar estos falsos dioses. La primera es siguiendo nuestro servicio. ¿En donde estoy invirtiendo mi tiempo y mi dinero? ¿Es en cumplir la voluntad de Dios o en otro deseo? ¿Cuando tienes algunos minutos libres a donde vuela tu pensamiento? ¿Qué te gustaría estar haciendo?
Quizá la forma más efectiva de desenmascarar un ídolo tiene que ver con el siguiente pasaje.
Filipenses 4:4-7 (LBLA)
4 Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez lo diré: ¡Regocijaos! 5 Vuestra bondad sea conocida de todos los hombres. El Señor está cerca. 6 Por nada estéis afanosos; antes bien, en todo, mediante oración y súplica con acción de gracias, sean dadas a conocer vuestras peticiones delante de Dios. 7 Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestras mentes en Cristo Jesús.
Este pasaje nos habla precisamente de regocijarnos en el Señor, que Él sea nuestro deleite, nuestra felicidad y nos dice, por nada estén afanosos, temerosos. Por lo que la pregunta que nos debemos hacer, ¿Qué es a lo que más temes en tu interior? ¿Qué es lo que si llegaras a perder, tu vida perdería su valor?
¿Tu posición económica, el amor de tu esposo o esposa, tus hijos, tu imagen hacia los demás?
Una vez que sabemos contra qué estamos luchando, nuestra única esperanza, es hacer precisamente, lo que Filipenses 4 nos dice, Regocijarnos en el Señor. Debemos conocerlo, invertirle tiempo, hacerle nuestro tesoro, de forma que nuestro corazón lo abrace como la fuente de su gozo, en vez de el dios sustituto que estamos abrazando.
Estos ídolos son tan peligrosos que nos pueden llevar a despreciar al Señor "pues amará a uno y menospreciará a otro". La buena noticia, es que Dios guarda al que es nacido de Él. Lo guarda para que no peque, para que triunfe en la batalla de la fe, adorando sólo a Dios y haciendo bien a su prójimo, aún a quienes lo maltratan.
Oración:
Padre de toda gloria, guárdanos de los ídolos, guardanos del maligno, guárdanos de pecar, que nuestro corazón permanezca totalmente ligado a tí. Desenmascara los ídolos de nuestro corazón, trae arrepentimiento, y ayúdanos a conocerte y ver tu gloria, para que podamos adorarte sólo a ti, al único Dios verdadero. Te lo pedimos en el nombre del que te dio a conocer a nosotros, tu hijo Jesucristo. ¡Amén!
Preguntas(s) de reflexión:
- ¿Pueden identificar algunos ídolos de tu corazón?
- ¿Qué puedes hacer para que el Señor vuelva a ser tu deleite?
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