12 A Dios nadie le ha visto jamás. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y su amor se perfecciona en nosotros. 13 En esto sabemos que permanecemos en El y El en nosotros: en que nos ha dado de su Espíritu.
Vimos en el versículo anterior que puesto que Dios es amor, y hemos nacido de Él, podemos amar de la misma forma que Él nos ama.
A Dios nadie le ha visto jamás, sin embargo, su Hijo Jesucristo le ha dado a conocer...
Juan 1:18 LBLA
Nadie ha visto jamás a Dios; el unigénito Dios, que está en el seno del Padre, El le ha dado a conocer.
Si vemos a Jesús, vemos al Padre. Jesucristo nos enseña el corazón y el carácter de Dios, y Él nos enseñó a amar a Dios como primer mandamiento y amarnos los unos a los otros como segundo. Esta es la esencia de Dios, y es por esto que el amor entre nosotros está tan ligado con la permanencia en Dios. Sólo permaneciendo en Dios podemos amar, y sólo amándonos, su naturaleza es perfeccionada en nosotros.
Como veíamos en el versículo anterior, ahora tenemos la capacidad por naturaleza, pero es una capacidad que debe ser perfeccionada con la práctica, tal como el pájaro que vuela o el niño que camina y corre. Si no ejercitamos lo que Dios puso en nosotros la capacidad se quedará ahí atrofiada, no descubriremos para qué fuimos hechos.
El versículo 13 nos dice que si hemos recibido de su Espíritu, podemos tener la seguridad de que permanecemos en Él y ÉL en nosotros. Esta seguridad debe impulsarnos a andar en amor, en la confianza de que Él nos sostendrá, de que podremos guardar sus mandamientos, podremos amar al prójimo, aún sacrificialmente.
Aplicación:
Dios nos ha dado su Espíritu, podemos estar confiados en que tenemos su naturaleza, viendo la vida de Jesucristo sabemos lo que esta naturaleza puede hacer y fue destinada a hacer. Confiados en esto, dispongámonos a crecer en amor, a practicar el amor unos a otros, ayudándonos en nuestras necesidades, haciéndonos bien desinteresadamente, pues haciendo esto, también este amor será perfeccionado en nosotros, llevando fruto para Dios.
Oración:
Padre celestial, ayúdanos a utilizar de esta manera nuestra fe, para amar sacrificialmente y no para lograr propósitos egoístas. Que nuestra fe abunde para confiar que tu vida nos sostendrá en una vida de negarnos a nosotros mismos y renunciar a nuestros propósitos propios, que sigamos el ejemplo de nuestro Señor Jesucristo de amor y humildad y podamos andar como Él anduvo. Te lo pedimos en su nombre. ¡Amén!
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