10 El que cree en el Hijo de Dios tiene el testimonio en sí mismo; el que no cree a Dios, ha hecho a Dios mentiroso, porque no ha creído en el testimonio que Dios ha dado respecto a su Hijo. 11 Y el testimonio es éste: que Dios nos ha dado vida eterna, y esta vida está en su Hijo.
El que no cree a Dios, no sólo rechaza su oferta de perdón, sino que le está haciendo mentiroso. Está diciendo que su testimonio no es real. Es una gran afrenta a Dios el despreciar el gran amor que ha mostrado al enviar a su Hijo a morir por nosotros.
Por otra parte, el que cree en Dios tiene el testimonio en sí mismo, pues no sólo tenemos el testimonio de Dios que nos da la historia, no sólo tenemos ese testimonio del que fueron testigos los habitantes de Israel, sino que al creer en Él tenemos su Espíritu, su vida, dentro de nosotros. Dios nos ha dado su vida eterna, la vida que está en su Hijo. No nos pudo haber dado la vida por separado, esta vida está en el Hijo y nos ha dado a su hijo.
Gálatas 4:6 LBLA
Y porque sois hijos, Dios ha enviado el Espíritu de su Hijo a nuestros corazones, clamando: ¡Abba! ¡Padre!
Aplicación:
Tener al hijo es la diferencia entre la vida y la muerte. La vida Cristiana no es una de superación personal o algunos hábitos que podamos agregar a nuestra vida, o una nueva ideología. La vida Cristiana es tener al Hijo y lo que el Hijo es para nosotros. La vida en Cristo es literalmente la vida.
Cuando tu tienes algo, no sólo es tener eso, sino involucra tener lo que esa cosa o persona puede hacer por ti. Si yo tengo 1,000 pesos, no es sólo tener los billetes, sino representa tener lo que 1,000 pesos pueden comprar. Pues esto que el Hijo hace por nosotros, lo que representa tenerle, es la vida eterna. No hay otra forma de tener vida eterna que tener al Hijo.
Oración:
Padre de toda gracia, ayúdanos a comprender esto en nuestro corazón, eres nuestra única esperanza de vida, simplemente no hay otro camino u otra forma. Ningún cambio aparte de tí vale la pena, el recibir a tu Hijo hace toda la diferencia entre la vida y la muerte, que el encontrarnos en Cristo y el crecer en Él sea nuestro más grande deseo y nuestro más grande tesoro. Te lo pedimos en el nombre de tu Hijo Jesucristo. ¡Amén!
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