viernes, 24 de marzo de 2017

55. 1 Juan 5:12-13 - El que tiene al Hijo tiene la vida.


12 El que tiene al Hijo tiene la vida, y el que no tiene al Hijo de Dios, no tiene la vida. 13 Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna.


Voy a usar una parábola para tratar de ilustrar esta verdad… Para el hombre antes de conocer a Dios, la vida es como estar en una prisión, donde aguardamos mientras se cumple una sentencia eterna de tortura y sufrimiento. Es un hecho que somos culpables, así que el castigo es merecido y es seguro.


Para unos tal vez la prisión es muy cómoda, tal vez como un hotel en Cancún, mientras que para otros es realmente dura y difícil, pero el destino que nos aguarda es el mismo, sin ninguna esperanza. No importa mucho si tu vida ha sido placentera, aún los más privilegiados sufren porque nuestra alma, tiene una sed, no sólo por felicidad, sino también por significado o propósito, que sólo Dios puede suplir.
Pero entonces viene el ofrecimiento de Cristo. Es como un perdón presidencial o Real. Sólo que en este perdón, El hijo del Rey es el que absorberá toda nuestra deuda y castigo. La justicia no dejará de ejercerse, pero no será sobre mí.


No sólo eso, sino que ahora la "prisión" se convertirá en un campo de entrenamiento para hacerme capaz de habitar en su Reino y para extender a otros su oferta de perdón. Ha cambiado mi vida, no sólo mi sufrimiento momentáneo, sino me ha dado significado, propósito y destino eterno.


Como dice el verso 13, sólo se necesita creer en el nombre del Hijo de Dios y viviremos. Sólo se requiere aceptar su perdón presidencial y someterse a sus ordenes para el entrenamiento y tendremos su vida eterna e indestructible. Sin embargo, podemos rechazarle, podemos hacerle mentiroso, al menos de 3 formas.


1o. Podemos rechazarle, no creyendo su oferta, pensando que tal Rey o tal príncipe no existen, o si existieran, no harían eso por mi.


2o. Podemos rechazarle también si somos orgullosos y le decimos: "No necesito tu ayuda, yo puedo manejar esto sólo, yo soy el capitán de mi propia alma”.


3o. O podemos rechazarlo si le decimos: "Acepto tu oferta, siempre y cuando no me pidas hacer nada extraño o que no me guste". Esta es la forma más común en que muchos deciden rechazarle. No abiertamente, sino diciendo que le quieren seguir, pero a su manera y bajo sus términos.


No nos equivoquemos, esto también es rechazarle. Nuestro Señor sigue siendo Rey, y el entrenamiento, el ser sus discípulos nos costará todo, el mismo Señor Jesús nos advirtió que teníamos que calcular el costo.


Lucas 14:25-33 (LBLA)
25 Grandes multitudes le acompañaban; y El, volviéndose, les dijo: 26 Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre y madre, a su mujer e hijos, a sus hermanos y hermanas, y aun hasta su propia vida, no puede ser mi discípulo. 27 El que no carga su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo. 28 Porque, ¿quién de vosotros, deseando edificar una torre, no se sienta primero y calcula el costo, para ver si tiene lo suficiente para terminarla? 29 No sea que cuando haya echado los cimientos y no pueda terminar, todos los que lo vean comiencen a burlarse de él, 30 diciendo: “Este hombre comenzó a edificar y no pudo terminar.” 31 ¿O qué rey, cuando sale al encuentro de otro rey para la batalla, no se sienta primero y delibera si con diez mil hombres es bastante fuerte como para enfrentarse al que viene contra él con veinte mil? 32 Y si no, cuando el otro todavía está lejos, le envía una delegación y pide condiciones de paz. 33 Así pues, cualquiera de vosotros que no renuncie a todas sus posesiones, no puede ser mi discípulo.
 
Debo aclarar en este pasaje, que hay un modismo hebraico con la relación amar-aborrecer, que no expresa literalmente amor y odio, sino preferencia. Por ejemplo, cuando la biblia dice a Jacob amé, pero a Esaú aborrecí, no está hablando de odio hacia Esaú, sino que de los dos, prefirió escoger a Jacob. De esta misma manera, el Señor les está diciendo, si vienes a mí, debes preferirme sobre cualquier otra relación en esta tierra.


Es un costo muy alto. Tanto que muchas veces se prefiere no hablar de él. Sin embargo, no hacemos ningún bien al esconderlo. Al contrario, mi esperanza, es que podamos calcular este costo por un lado, pero que podamos ver la enorme oferta del Señor, que podamos ver su gloria, que podamos saborear la vida eterna, que podamos darnos cuenta también de que nuestro destino sin Él está perdido y que aceptemos gozosamente. Que aceptemos renunciar gozosamente como el hombre de la parábola que al encontrar un tesoro escondido, lleno de gozo, fue y vendió todo lo que tenía para tener ese tesoro.


Aplicación:

De alguna manera, todos en este mundo vivimos nuestra vida con el fin de maximizar nuestra felicidad y/o minimizar nuestro dolor en esta vida. Con este fin dirigimos nuestra vida y nuestras familias. La mayoría de los padres cuando les preguntan que quieren para sus hijos les dirán: "Quiero que sean felices" o "No quiero que sufran lo que yo sufrí". Con este fin queremos proveer la mejor educación posible o compramos seguros de vida y de gastos médicos.


El cambio que sucede cuando tenemos noción de la vida eterna, y podemos ver al menos un poco de su valor, es que nuestra vida da un giro completo y ahora buscamos maximizar nuestra felicidad y minimizar nuestro sufrimiento no para esta vida, sino para la vida eterna.


Mi esperanza, es que Dios nos dé ojos para ver su gloria, su valor, y sea fácil aceptar la oferta del Hijo. Que recibamos al Hijo sin condiciones y recibamos la vida. Que busquemos la felicidad para nosotros y para los nuestros, no de forma temporal, sino eterna. La oferta del Hijo es nuestra única esperanza para esto.  


Oración:

Padre Santo, te pido que nos permitas ver tu gloria, permítenos ver ese tesoro que es tener a tu Hijo Jesucristo y lo que esto representa para nosotros, permítenos darnos cuenta que no hay cosa más valiosa en el universo, si podemos ver, tengamos mucho o poco, renunciaremos a todo gozosamente, con tal de tener a tu Hijo, y conocerle. Te rogamos hagas de esto una realidad en nuestras vidas. En el nombre de tu Hijo Jesucristo. ¡Amén!


Preguntas(s) de reflexión:


  1. ¿Tienes presente en tu vida diaria el gran tesoro que tenemos en nuestra salvación? ¿Qué haces para cuidar y valorar este tesoro?
  2. ¿Cuando piensas en tu bienestar y el de los tuyos, lo haces pensando en su futuro eterno, o sólo en sus días en esta tierra?

Por: Raúl Orozco. www.EstudiemosLaPalabra.com


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